Frank Miller y Stan
Lee son el Homero y Virgilio de estas épocas turbulentas, lo digo sin ningún
empacho ni exageración. La industria del cine se ha alimentado de sus historias
durante las últimas dos décadas, dejándonos fecundos universos plasmados en films
que han entretenido como función primordial, pero que a la postre, han
resultado estar a la altura de los momentos clásicos del género épico
proponiendo reflexiones axiológicas sobre el mundo.
Los valores del
Capitán América son más que evidentes: en la superficie, un patriotismo cursi,
ingenuo, y un marcado antinazismo. Nació
para eso, para exaltar a la nación en las vísperas de una guerra cruenta. Pero
también es la historia de un dios que nace de su debilidad. Un chico flaco del
que todos tomaban ventaja, defendiendo siempre al débil del poder abusivo.
En ello me quiero
centrar: el Capitán América es un personaje diseñado para contrariar los abusos
de poder. Y si en la primera película de este renovado personaje, ese poder era
el nazismo de Cráneo Rojo, la burocracia, la política sucia; en esta, la
historia es muchísimo más compleja.
Y con compleja
quiero decir oscura, inquietante, punzante, una pregunta que va surgiendo con
la intriga de la trama. A medida que El Soldado de Invierno se desarrolla, las
líneas entre el bien y el mal se van volviendo difusas. Los guionistas,
Christopher Markus y Stephen McFeely han sabido darle una nueva vida a la
historia, acercándola más a los trabajos de adaptación cinematográfica de
Miller y las novelas gráficas de Allan Moore.
Ya no está el
espectador frente a un personaje plano, sino la profundidad le alcanza. Por
momentos esa profundidad es un pozo profundo de desesperación y soledad. La del
veterano de guerra. Lo persiguen los muertos.
En otras, esa caída
al vacío del personaje es la ruptura de sus lazos de fe. El personaje ve
perderse su utopía y el mundo real le da como bienvenida la marginación. Aquí vuelve
a surgir las características de la épica: ¿acaso no es un Ulises viajando a Ítaca,
este Capitán América recobrando sus pedazos perdidos en la inmortalidad?
No va a volver.
Pero cada hazaña le hace sentir más cerca. Aquí la tragedia. Porque el
personaje si algo mantiene incólume es su inocencia y bondad. El mundo parece
desmoronarse como terrones de arena ante un mar violento y el Capitán América
resiste, emergiendo entre las aguas como un Dios antiguo.
Vuelve, para
señalar a sus traidores. Vuelve, para hacer justicia. Vuelve, para llamar a las
agencias de seguridad del gobierno estadounidense lo que son: unos nazis. Este
es el golpe maestro de la película, este atrevimiento.
Puede la gente exigir que sean más claros en este reclamo, pero olvidarían que detrás de esta sutileza, está el éxito del mensaje. No se trata de una protesta enfurecida, se trata de una reflexión axiológica: lo que está haciendo el poder, en este momento de la historia, atenta contra el bien que protege el héroe.
Puede la gente exigir que sean más claros en este reclamo, pero olvidarían que detrás de esta sutileza, está el éxito del mensaje. No se trata de una protesta enfurecida, se trata de una reflexión axiológica: lo que está haciendo el poder, en este momento de la historia, atenta contra el bien que protege el héroe.
No esperé ver tanto
en esta película. Mi sorpresa se duplica al pensar en los millones de
espectadores que tiene y tendrá. Cada uno llevando el mensaje: una afrenta a
los estados de control, una reivindicación al periodismo de datos y a los
leaks, aunque sea tímidamente, pero está aquí, tocando las puertas de cada casa
donde el film llegue. Nada más poderoso que una idea, postula Nolan. Aquí está
el virus que los hará florecer.